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Y de pronto, el vermut es sexy

Reportaje de Luis Alemany publicado en El Mundo

Domingo a la salida de misa, en la cafetería de la plaza, un vermut o vermú, que las dos formas aparecen en la Real Academia Española, y una gilda de aperitivo, y entonces otro vermut y, uy, la tía se ha puesto un poco piripi, le pasa lo mismo todos los domingos, ¿no vamos a comer, ya? ¿Hoy juegan en casa o juegan fuera? ¿Qué le pasa a tu hijo, que está de morros? Qué le va a pasar, que el plan del vermut después de misa no podría parecerle más rancio y menos sexy, que se moriría de vergüenza si los del instituto lo vieran con sus padres y sus tíos tomando el aperitivo, ¿quieres probar el vermut, chaval? moja los labios, sólo mojarlos ¿eh?, no pasa nada, yo a su edad ya iba de tabernas. Mojar los labios, dice, si supieran la merluza de Martini con Seven Up que se agarró el crío el viernes…

Y, ahora, al cabo de 25 años, el muchacho ya no va a misa, o quizá sí, eso da igual, pero queda los domingos a la una con sus amigos y se pide un vermut, en la vida lo habría pensado. ¿Qué ha ocurrido aquí? ¿Qué ha pasado con el vermut, que nos sabía a viejo y, ahora, tomamos un traguito y ya nos creemos Audrey y Gregory dando vueltas por Roma en un motorino? “Muchos fabricantes me comentaron que han aumentado sus ventas en un año (de junio de 2013 a junio de 2014) entre un 20 y un 40%. Ojo, no es nada nada científico ni verificado, pero…”.

El que habla es François Monti, un belga que trabajaba en Londres, en la banca, pero lo dejó todo y que se vino a Madrid a escribir sobre bebidas alcohólicas. El gran libro del vermut (Ediciones B), es su primera obra escrita en español y la primera que coge la ola del vermut.

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